Opinión

La disyuntiva gubernamental

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Tiro Libre

Anwar Moguel
Novedades Chetumal
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El gobierno aliancista encabezado por Carlos Joaquín González ha tenido un diciembre muy agitado en lo político, con controvertidas decisiones que han explotado a nivel social causando un daño colateral mayor de lo esperado, pues el descontento de una parte de la sociedad se expande como estimulado por una agresiva levadura y se ha materializado en manifestaciones reales que, a pesar de ser minimizadas como marca el librito de manejo de crisis, tienen un impacto negativo en la imagen gubernamental.

En lo personal, coincido con las voces que señalan que calificar el desempeño del gobierno joaquinista/panista/perredista es prematuro, pues ni siquiera han llegado a la marca de los 100 días que se cumplirán hasta la primera semana de enero, sin embargo considero que es una responsabilidad de todos analizar cada paso dado hasta el momento considerando sus consecuencias inmediatas o futuras.

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Es el gobernador Carlos Joaquín González, y su equipo cercanísimo de colaboradores –incluyendo los influyentes estrategas que permanecen en las sombras– quien debe estar más preocupado en evaluar cada acción para determinar si el balance costo-beneficio es favorable.

Porque es evidente que el gobernador, quien recibió un estado en ruinas de la voraz administración de Roberto Borge Angulo, tendría que tomar medidas necesarias para mantener a flote su proyecto, aunque no fueran muy populares.

Carlos Joaquín tenía una enorme presión sobre los hombros desde antes de asumir el poder el pasado 25 de septiembre; derrotó al poderoso régimen priista con el voto masivo de quintanarroenses hartos de los excesos y que decidieron castigar la gula insaciable de la clase política felixista-borgista. Fue el depositario de esperanzas ideales, pero algunas de ellas fuera de toda realidad, que hoy están pasando factura.

Se esperaba, por la natural resistencia a los cambios profundos, una temporada de turbulencia política, pero nunca se estimó que la agitación creciera y se prolongara hasta estas fechas.

Los asuntos más peliagudos, que han generado una fuerte estridencia en la sociedad, se lanzaron justo a fin de año: el refinanciamiento de la deuda estatal y el reemplacamiento de vehículos.

El descontento ciudadano por este par de asuntos es genuino y no puede ni debe ser soslayado, aunque también es cierto que hay adversarios políticos del gobierno aliancista que utilizan la materia prima del desencanto para lanzar ataques contra las autoridades estatales.

Uno de esos casos fue el de la marcha “pacífica” convocada contra el gobierno joaquinista para este jueves. El llamado a manifestarse fue lanzado en redes sociales por medio de una imagen muy al estilo de la CNTE, con los característicos colores rojo y negro representativos de las huelgas laborales, y difundido inicialmente por cuentas falsas de Facebook y Twitter, aunque después el asunto fue adoptado por ciudadanos quintanarroenses, de carne y hueso, que concuerdan con los motivos expuestos en el subversivo cartel virtual.

No se sabe quién convoca a la manifestación y no hay líderes visibles, aunque algunos despistados aseguran que fulanito o menganito están detrás de la organización de la marcha sin más evidencia que una captura de pantalla donde los acusados comparten la viralizada imagen.

Es pues, un torpedo teledirigido, lanzado en el momento justo, cuando el descontento social está en su punto más explosivo, para provocar el mayor daño posible.

Pero será el propio Carlos Joaquín quien determine si esta marcha, sin importar su magnitud, es dañina o benigna para su proyecto.

El gobernante puede mostrar actitud de estadista si abre ojos y oídos para escuchar los reclamos genuinos separándolos de los malintencionados y proceder en consecuencia con inteligencia, o puede optar por meter a todos en la canasta de los “detractores”, lo que no traería ningún beneficio.

La decisión está en sus manos.

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