Tiro Libre
Anwar Moguel
Novedades Chetumal
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Con heridas expuestas debido al doloroso proceso de parto de su candidato a la gubernatura, el PRI ha entendido que su prioridad inmediata es la de convertir la unidad que tanto cacarean en una realidad mediante un ejercicio de reconciliación interna que, si bien será imposible que deje a todos contentos, cuando menos logre la conformidad de sus diversas facciones.
La operación cicatriz, nombre que se le da en el argot político al proceso de negociaciones para repartir el pastel, estaba prevista desde antes de la selección de Mauricio Góngora Escalante como el virtual candidato a la gubernatura, sin embargo se puso en marcha inmediatamente después de su nominación.
Para callar bocas de aquellos conspiranóicos de la política local que aseguran que el ahora candidato opositor, Carlos Joaquín González, a pesar de haber caído en la seducción del PAN y el PRD sigue siendo el “favorito” de Los Pinos, sugiriendo que el presidente Enrique Peña Nieto está jugando a dos bandas, el PRI nacional realizó un movimiento estratégico en el tablero dejando claro que no están dispuestos a arriesgar la gubernatura, al relevar al polémico Ulises Ruiz Ortiz como delegado en el estado, enviando en su lugar al ex gobernador tabasqueño Manuel Andrade Díaz, que fue presentado oficialmente el pasado miércoles.
Manuel Andrade viene con la inercia de un contundente triunfo electoral en Colima, y sin pelos en la lengua dejó en claro que su primer trabajo será el de suturar las heridas abiertas del partido antes de que se conviertan en hemorragia.
Y es que el ex gobernador no es un novato en estas batallas; de hecho, es reconocido por propios y extraños como uno de los mejores tejedores de estrategias del PRI, aunque como toda figura de poder tiene cola que le pisen. El nuevo delegado sabe muy bien que la ola de renuncias no es un asunto tan grave como lo quieren hacer ver los opositores, pero también está consciente de que la unidad que presume el Tricolor tampoco es como la pintan.
En el acto oficial de presentación, con tono mesurado señaló que se hará un trabajo de reunificación y de reconciliación para “normalizar” el trabajo del partido, reconociendo implícitamente que hay mucho que afinar antes del arranque de las campañas.
Por otra parte lanzó una declaración de guerra, al afirmar que “aun en el peor escenario de competitividad, vamos a ganar esta elección”. Se refirió, por supuesto, a la gubernatura.
La competencia que se espera será tan o más dura que la de las elecciones de 2010, cuando el PRI perdió cinco de las nueve alcaldías en juego, pero mantuvo el control del Congreso local y la gubernatura. Después se llevó un carro casi completo en 2013, perdiendo únicamente la diputación local correspondiente a Cozumel.
El Tricolor y su nuevo delegado saben que la guerra venidera será descarnada y que el desertor cozumeleño no es un flan y va a dar pelea. A pesar de ello, los números siguen a favor del PRI, guste o no.
Con ese escenario se han preparado para absorber la pérdida de algunos municipios –Lázaro Cárdenas, Bacalar, José María Morelos y Cozumel, los de mayor riesgo– que cederán a candidatos que no son garantía de triunfo, pero cuya nominación contribuye a mantener la cohesión de la estructura partidista, requisito fundamental para asegurar la victoria para Mauricio Góngora en la contienda por la gubernatura.
En UNE también se cuecen habas
La coalición PAN-PRD y su candidato a la gubernatura, Carlos Joaquín, también deben implementar de inmediato sus propias suturas quirúrgicas si quieren tener posibilidades, porque la “unidad” tampoco es una virtud dentro de sus filas.
La manga ancha que le han dado al cozumeleño para imponer candidatos a alcaldías y diputaciones ha causado conflictos dentro de las militancias del blanquiazul y del sol azteca, asperezas que si no son limadas cuanto antes harán implosión, noqueándolos antes de la contienda.
