Opinión

Crónicas de la pandemia: mi experiencia con el Covid-19

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Tiro Libre

Anwar Moguel
Novedades Chetumal

El temor y la incertidumbre me invadieron desde el momento que desperté aquella mañana del jueves 2 de julio. Un escalofrío extraño recorría mi cuerpo y mi garganta se sentía como atacada por 100 pequeñas agujas. ¿Me habré contagiado del Covid-19?, fue la inoportuna, indeseable pregunta que me asaltó al instante. La descarté de inmediato tratando de mantenerme positivo mientras buscaba afanoso un termómetro.

El miedo, ese que se ha arraigado en nosotros por las vidas que este maldito virus nos ha arrebatado, se disparó cuando el termómetro marcó 37.5 grados de temperatura. Una febrícula leve que en otros tiempos no me hubiera preocupado en lo más mínimo, pero en la era del Covid fue suficiente para encender las alarmas.

Aún así, los síntomas no eran concluyentes y me aferré a la esperanza de que se tratara solo de una infección de garganta común y corriente, padecimiento que por mi profesión de docente y mi oficio periodístico me es recurrente al abusar de la voz.

En casa junto con mi esposa habíamos platicado un plan de prevención acordando tomar medidas inmediatas desde el primer síntoma, por ligero que nos pareciera. Así lo hice: con premura me comuniqué con un médico de toda mi confianza y ese mismo día por la tarde me diagnosticó, sin prueba de por medio, con posible Covid-19.

El cuadro se confirmó al paso de los días. Los primeros dos fue el azote de la fiebre, dolor intenso e incesante de cabeza y cuerpo cortado. Al tercero el malestar general desapareció y dio paso a la diarrea. En el cuarto día se sumó una fuerte congestión nasal y dolor intenso en la parte alta del conducto nasal, justo entre las cejas. Al quinto día, de forma intempestiva, llegó la pérdida olfativa, la alteración del gusto y sensación de cansancio y debilidad.

Me considero afortunado ya que no sufrí dificultades para respirar ni tos, y a partir del día 7 tuve una mejoría notable, con sintomatología mínima, pero la experiencia no es nada grata. El aislamiento duele. No poder convivir con tus seres queridos alarga el tiempo y daña las emociones.

La infodemia también es otro aspecto desagradable. En esa soledad e incertidumbre tratas de encontrar esperanza en artículos, noticias y videos que contaminan la mente, haciéndote imaginar no pocas veces el peor escenario.

Hoy se cumplen 14 días desde los primeros síntomas y de aislamiento. Gracias a Dios, al apoyo de mi esposa quien siempre estuvo pendiente y cuidándome, mis hijos, padres, hermanos y amigos, puedo decir que he salido bien librado del embate de este virus impredecible y traicionero.

La experiencia te cambia la perspectiva, te hace valorar las cosas cotidianas que normalmente damos por sentado y aquilatar el amor y la fraternidad de familia y amigos en estos tiempos oscuros de la pandemia.

Cuidarse y cuidarnos es lo único que puede hacer la diferencia en la situación tan difícil que estamos viviendo en Quintana Roo: actuar con responsabilidad social, tomando todas las medidas preventivas y de autocuidado que hemos escuchado hasta el cansancio, y acudir en busca de atención médica al menor síntoma detectado.

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