Opinión

CJ y 2019 | El año que definirá su sexenio

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Mesa Chica | Hugo Martoccia
La Opinión de Quintana Roo

Dos preocupaciones concretas transitan hoy una y otra vez los pensamientos del gobernador Carlos Joaquín.

Una es cómo darle más dinamismo a la administración, cómo lograr que la sociedad entienda el esfuerzo que se hace para sacar adelante las necesidades del estado en un contexto económico muy complejo.

La otra preocupación es cómo reactivar la fuerza electoral de su alianza, que sufrió un golpe durísimo el pasado 1 de julio.

Esta última preocupación es, a la larga, parte de la primera. El destino electoral de Carlos Joaquín se jugará en junio de 2019, cuando se defina el nuevo Congreso del estado. Una Legislatura con mayoría propia le permitirá mantener la gobernabilidad necesaria para trabajar sobre su proyecto, que, aún así, enfrentará varios desafíos.

Pero si MORENA se queda con la mayoría del Congreso, el estado vivirá el hecho inédito de una suerte de cogobierno entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. Desde ya, se trataría de un experimento político de pronóstico reservado.

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EL GOBIERNO 

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Funcionarios del Gobierno cuentan de una reunión que se dio semanas atrás con el gobernador. Vieron a un Carlos Joaquín enojado, que pidió más compromiso, más resultados, más visibilidad para lo que están haciendo.

Incluso, llegó a decirles que estaba convencido que en el grupo de funcionarios había traidores. Una secretaria de estado le pidió que diera nombres, porque así se estaba sembrando la desconfianza entre todos. No lo hizo.

No es la primera vez que el gobernador regaña a su equipo. De hecho, es casi una constante en sus poco más de dos años de gobierno. Públicamente les ha pedido más cercanía con la gente, y cree que no todos están cumpliendo ese cometido.

Ha tomado algunas decisiones al respecto. Repasemos. El gobernador armó consejos consultivos en todos los municipios, y para todas las áreas de gobierno. La idea es identificar directamente los problemas y necesidades, y actuar de inmediato. Lo mismo sucede con los delegados municipales. La tarea es la misma: identificar los problemas y llevar las soluciones.

Ambos proyectos acaban de crearse y deberían dar resultados en el año electoral. El problema, dicen los propios aliados del gobernador, está en los nombres que están al frente de los proyectos. En el PAN, el principal aliado electoral de Carlos Joaquín, no esperan absolutamente nada de ellos. Así de categórico.

En el albiazul entienden que esos son proyectos electorales y no de gobierno. Y no están en desacuerdo con eso. Pero no entienden, dicen, cuál sería el poder de operación política de Eloy Peniche, en Cancún; o Filiberto Martínez, en Playa del Carmen, por poner dos ejemplos.

La resurrección del proyecto del partido local joaquinista Confianza por Quintana Roo, sólo sembró más dudas en los aliados del mandatario estatal.

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LA SEGURIDAD 

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A pesar de la intención de reactivar el Gobierno, la realidad es tirana y tiene sus propios ritmos. Cada día parece más claro que el sexenio de Carlos Joaquín se va a juzgar por la seguridad, que es el tema dominante de cualquier espacio de diálogo ciudadano.

El gobernador confía en que el proyecto de Mando Único y la construcción y habilitación del C5 estén plenamente en marcha este año. Está convencido que si eso sucede, habrá una fuerte disminución de los delitos de alto impacto en Cancún y Playa del Carmen, que hoy parecen una zona de guerra entre grupos de la delincuencia organizada.

Pero lo cierto es que la sociedad ve que las soluciones se demoran, y lo que se hace parece ir a menor velocidad que el aumento de la sensación de inseguridad e impunidad que existe.

Flaco favor le hace a todo ese proyecto el escándalo mediático y jurídico del titular de la Seguridad Pública estatal, Alberto Capella, con el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, que lo acusó de corrupción en su paso por aquella entidad.

La escalada del conflicto de declaraciones con el gobernador de Morelos fue una decisión del propio Capella. Hizo de una declaración en su contra, que tenía destino de rápida desaparición, todo un escándalo. El mismo funcionario decidió dar a conocer una advertencia de denuncia contra Blanco, que era sólo parte de un chat con periodistas. Pareció una bravuconada sin sentido.

La respuesta de Cuauhtémoc fue demoledora. Hizo recaer en Capella, con nombre y apellido, hechos que antes estaban en el aire. E incluyó al gobernador Carlos Joaquín en el escándalo.

Elegir al ex futbolista como adversario mediático es una pésima decisión. Blanco construyó su candidatura, y su posterior triunfo arrasador a la gubernatura, peleándose todos los días, desde la presidencia municipal de Cuernavaca, con el ex gobernador Graco Ramírez. Ese es el ámbito en el cual es más fuerte. Capella fue parte de esa batalla y conoce las mañas políticas de Cuauhtémoc.

El gobernador de Morelos solo necesitó un par de días, y una declaración, para darle un golpe casi terminal a la credibilidad del titular de Seguridad Pública. Todo un desgaste innecesario; una sobre reacción poco meditada y que estuvo, desde siempre, destinada al fracaso.

Alberto Capella le solucionó al Gobierno, en un principio, un déficit de comunicación que tenía el anterior titular de Seguridad, Rodolfo del Ángel Campos. El problema es que ahora parece haber quedado preso de su propia estrategia de excesiva exhibición mediática.

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EL DESAFÍO ELECTORAL 

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Todas las cuentas electorales que hacen en el oficialismo estatal dicen que MORENA va hacia una debacle en Othon P. Blanco, a una caída importante en Solidaridad (por el desmanejo de ambos gobiernos municipales) y a un lento pero sólido desgaste electoral en Cancún.

Quizá esas cuentas no sean sólo puro voluntarismo, pero lo que también es cierto es que, al menos hasta el momento, el oficialismo no capta a su favor esos posibles desencantos. Y tampoco lo hace ningún otro partido.

En el oficialismo estatal confían en que sin Andrés Manuel López Obrador en la boleta, MORENA no tendrá la fuerza para ganar en Quintana Roo. “No tienen líder local”, dijo uno de los máximos exponentes de esa alianza.

El análisis que hacen es el siguiente: Luis Alegre no tiene votos propios; los grupos de Marybel Villegas y José Luis Pech están enfrentados a muerte; en el sur no tienen futuro; Laura Beristain es un lastre, y Mara Lezama está muy lejos de su partido, y hasta, quizá, más cerca del joaquinismo de lo que muchos piensan.

Desde esa visión, no parece una batalla imposible.

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LA GOBERNABILIDAD 

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Hay dos formas de ganar el Congreso. Una es hacer una alquimia electoral que junte a todos los partidos contra MORENA. O sea, apoyar en cada distrito el candidato mejor ubicado, sea del partido que sea. Así, lograr ganar al menos 7 distritos, y con ello, y el reparto plurinominal, tener una heterogénea mayoría en la próxima Legislatura.

La otra opción es parte de los recovecos más oscuros de la política, y podría explicarse así:

El Congreso no se arma sólo el día de las elecciones. Esa es apenas su primera parte. El “día D” de una Legislatura es la reunión en la cual se reparten las comisiones y queda constituido el verdadero entramado de poder del Congreso.

En septiembre de 2016, los diputados entraron a esa reunión con el joaquinismo y el Frente en minoría, con solo 9 de 25 diputados. Cuando salieron de la reunión, por la magia de diversos procedimientos de “convencimiento”, el oficialismo se había quedado con la Gran Comisión, todas las comisiones más importantes, y una mayoría sólida en el recinto.

O sea, MORENA (que tiene pocos candidatos sólidos) podría llegar a esa reunión con una mayoría de diputados propios, y salir de esa reunión con diputados pro oficialistas, y casi sin nada de poder real.

El problema es que el partido de AMLO entiende que esa es la estrategia, y tiene sus propios planes. Para Carlos Joaquín, 2019 marcará su sexenio. MORENA, por su parte, espera que el año próximo marque el inicio de su definitiva hegemonía política en Quintana Roo.

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